La Internet está repleta de esquemas fraudulentos y a los estafadores les resulta muy fácil explotar víctimas en ese ámbito virtual. Los fraudes realizados por Internet terminan con fraude postal dado que los “ciberpiratas” reciben pagos y envían artículos mediante el correo de los Estados Unidos.
Por ejemplo, es probable que los ganadores de subastas electrónicas no reciban nunca el objeto anuncian dado que una vez que los vendedores deshonestos reciben el pago, no efectúan el envío correspondiente. Estos ladrones cibernéticos aprovechan el anonimato que les brinda la Internet y una dirección alquilada en una agencia comercial para recibir correspondencia y ocultar su identidad. En general, es difícil saber con quien está tratando al efectuar transacciones comerciales por Internet.
Es factible también que estos ciberestafadores hagan ofertas por sus propios artículos en subastas, utilizando la identificación de otro usuario, con el fin de aumentar los precios de compra. O bien, podrían ponerse en contacto con los postores de la subasta para informarles que el ganador no efectuó el pago y que el artículo está disponible aún. Una vez más, a pesar de haberse enviado el pago, no recibe la mercancía. La ventaja que tienen los estafadores sinvergüenzas que utilizan esta táctica es que el sitio donde se lleva a cabo la subasta no participa de esta operación fraudulenta y la víctima no puede procurar ayuda para resolver el problema.